Si tuviésemos que destacar una voz que definió la esencia del tango y dejó una huella indeleble en la música latinoamericana, sin duda alguna, esa sería la de Carlos Gardel. El «Zorzal Criollo», como se le apodaba, no sólo fue el máximo exponente del tango, sino también una figura cuya influencia trascendió generaciones, fronteras y estilos.
Nacido a finales del siglo XIX, la historia y mito de Gardel nos lleva por las calles de Buenos Aires, la ciudad que lo vio crecer y convertirse en un ícono. Con su característica voz melódica y una presencia escénica inigualable, Gardel interpretó temas que se convirtieron en himnos del tango, tales como «El día que me quieras», «Mi Buenos Aires querido» y «Volver». Su talento le permitió llevar el tango a rincones remotos del mundo, convirtiéndose en embajador no oficial de esta pasional danza y música.
Sin embargo, como toda figura icónica, Gardel no sólo dejó un legado musical, sino también una serie de anécdotas, mitos y frases populares que se entretejen en el día a día de muchas culturas latinoamericanas. Uno de esos dichos, curiosamente asociado al acto de recibir un pago o salario, es «canta Gardel».
¿Y cómo es que este inmortal del tango terminó siendo la expresión popular de haber recibido un pago? La frase «canta Gardel» surge de una jerga particular de Buenos Aires. Se dice que, antiguamente, cuando las radios o fonolas no funcionaban correctamente o no tenían señal, solo emitían estática o silencio. Pero, cuando finalmente captaban una señal o comenzaban a funcionar, muchas veces lo que sonaba era un tango de Gardel, debido a su enorme popularidad. Así, decir «canta Gardel» era sinónimo de que algo había empezado a funcionar correctamente. Con el tiempo, este dicho se trasladó al ámbito de los pagos y salarios: cuando alguien te pagaba o recibías tu sueldo, es como si todo «funcionara» nuevamente en tu vida económica. ¡Y vaya que canta Gardel!
Es fascinante cómo la figura de un artista puede influir no sólo en la música, sino también en la cotidianidad y en la forma de expresarnos. Carlos Gardel, con su sombrero inclinado y sonrisa pícara, no sólo nos dejó tangos inmortales, sino también una forma muy particular de celebrar que, al fin, hemos sido recompensados. Así que, la próxima vez que recibas tu sueldo o alguien te pague una deuda, ¡permíteme decir que en tu vida, una vez más, canta Gardel!