En una entrevista inédita que realizó Osvaldo Bazán a Gustavo Cerati en New York en noviembre de 2006, al momento de recibir dos premios Grammy, uno por Crimen y otro por Ahí Vamos, Bazan le pregunta ¿Es más difícil ser un gran artista que ser un gran padre? ¿O qué es más difícil?, a lo que Gustavo Cerati responde «Mucho más difícil es ser un gran padre, me parece, no sé. Porque es algo que se tiene que aprender, ¿viste? También se aprende a ser artista, pero uno no es artista todo el tiempo. Pero sí es padre todo el tiempo. O sea, una vez que… Si hay algo que no… digo… Claro. Por eso te decía la comparación de tener un disco … no tiene nada que ver es una boludez, claro. No, no, no, no, no. Pienso que realmente cuando vos tenés un hijo ahí las cosas son… por primera vez en tu vida, eternas. Y eso cambia toda la película, ¿no? Y yo no me siento un gran padre, me siento como un aprendiz de padre, ¿viste? Me di cuenta de que de entrada era más lo que aprendía que lo que enseñaba. Yo me preocupaba mucho y digo, ¿qué les voy a enseñar si yo tengo todo mal en mi cabeza?».

La conversación con Gustavo Cerati arroja una luz sobre una de las dimensiones más profundas y menos comprendidas del ser humano: el arte de la paternidad. A través de sus palabras, se intuye un pensamiento que va más allá de la mera acción de procrear; es una reflexión sobre la esencia misma de lo que significa ser humano. La idea de eternidad que brinda un hijo contrasta con la naturaleza efímera del arte. Mientras que el artista puede colgar su guitarra o apagar su sintetizador, un padre no puede «desconectarse» de su papel, pues su legado, sus lecciones y su amor perduran, trascendiendo su propia existencia.

Ser artista implica expresar, crear y evolucionar; ser padre implica guiar, proteger y aprender. Es esta dualidad, entre lo que enseñamos y lo que aprendemos de nuestros hijos, la que revela la autenticidad de la experiencia humana. El reconocimiento de Cerati sobre sus propias imperfecciones y su deseo de aprender nos recuerda la humildad necesaria para afrontar la responsabilidad de la paternidad. En el vasto lienzo de la vida, donde las pinceladas de la paternidad y el arte a menudo se entrecruzan, es donde encontramos el verdadero significado de nuestra existencia.