El músico se querelló contra dos de los grandes amigos de su vida: su excompañero con el que formó la banda nacional y el exrepresentante de su carrera en solitario, Alfonso Carbone. En la acción judicial, acusa que fue engañado para firmar una serie de documentos que se utilizaron para levantar sociedades comerciales y explotar el catálogo de los sanmiguelinos sin su consentimiento y sin entregarle sus ganancias.

Hacia diciembre de 2019, dos meses después del estallido social en que los temas de Los Prisioneros se convirtieron en banda sonora de marchas y manifestaciones, la relación entre Jorge González y Miguel Tapia atravesaba una tregua de pleno afecto y cordialidad.

“Estoy contento de que toquen esas canciones”, le escribía por esos días vía WhatsApp el cantante al baterista, en alusión al proyecto que Tapia tenía por ese entonces con el otro exintegrante del trío sanmiguelino, Claudio Narea, y donde precisamente revivían composiciones del desaparecido conjunto.

Tapia le respondía que él estaba “eternamente agradecido” de lo que habían logrado como una de las agrupaciones más relevantes del rock local y que siempre se encargaba de mencionarlo en las entrevistas. Mientras González lo trataba de “Miguelito” y de “hermano”, su excompañero lo llamaba “viejo querido” y en alguna oportunidad le dedicó un “te quiero mucho”.

“Dichos documentos se firmaron de manera totalmente informal, en horario de almuerzo, sin la presencia de un ministro de fe y sin haberse leído, puesto que como está dicho, Carbone le aseguró al señor González que ya habían sido revisados por su representante y hermano don Marco González Ríos”, dice la querella.

“Queremos que se repare el daño patrimonial y moral que se ha causado al señor Jorge González en las difíciles circunstancias por las que ha atravesado en los últimos años y de las que los querellados se han aprovechado vilmente”, remata la demanda.

Con Jorge González distanciado desde hace años de Narea y hoy enfrentado a Miguel Tapia a través de esta querella, el cortocircuito en el mundo de Los Prisioneros es total y parece irreversible.